Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 31° domingo durante el año
[30 de octubre de 2022]
El Evangelio de este domingo nos presenta la conversión de Zaqueo (Lc 19,1-10). San Lucas nos muestra a un publicano de nombre Zaqueo. Seguramente un hombre poco escrupuloso en los negocios y el texto nos dice que tenía muchas riquezas y que era el jefe de los publicanos. Zaqueo deseó la conversión y Jesús miró su corazón: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más» (Lc 19,8). El Señor no tuvo reparo en alojarse en su casa, comunicándole que le había llegado la Salvación.
En algunas oportunidades escuchamos expresiones como: «Es imposible que este hombre cambie». Seguramente si profundizamos en el fundamento de semejante afirmación podremos captar algunas de sus razones, de su historia personal y familiar, de un pasado turbulento, la dureza de corazón… Sin embargo, tenemos que responder categóricamente que, cerrar la posibilidad de cambio o conversión a una persona es un error y por supuesto no es cristiano. Todo hombre o mujer, por más que haya cometido el peor de los delitos o tenga los peores pecados, puede convertirse a Dios y cambiar sus actitudes con sus hermanos y esto hasta el último minuto de su vida.
Al comentar este relato de la conversión de Zaqueo, no dudo en señalar la aplicación de este texto no sólo a nuestra situación personal, sino a la necesidad de plantearnos siempre la conversión de nuestra sociedad, de las personas y de las estructuras. Necesitamos tener una mayor conciencia moral que apunte sobre todo a una verdadera ética ciudadana, que desde actitudes egoístas se encamine hacia la globalización de la solidaridad.
En Aparecida, haciendo referencia a la globalización señalamos: «La globalización es un fenómeno complejo que posee diversas dimensiones (económicas, políticas, culturales, comunicacionales, etc.). Para su justa valoración, es necesaria una comprensión analítica y diferenciada que permita detectar tanto sus aspectos positivos como negativos. Lamentablemente, la cara más extendida y exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y condiciona las otras dimensiones de la vida humana… Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no solo recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce exclusión…» (DA 61-62). «Por ello frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina el continente del amor» (DA 64)
La conversión de Zaqueo, el publicano enriquecido injustamente, así como el mejoramiento de nuestra conciencia social y ética ciudadana y solidaria, nos permitirán ahondar en una inclusión social más consistente. El jefe de los publicanos, Zaqueo, percibió que la salvación llegaba convirtiéndose a Dios y tratando de reparar sus pecados, sobre todo percibió la mirada misericordiosa de Jesucristo. Los cristianos debemos sabernos responsables de trabajar por globalizar la solidaridad construyendo en esperanza.
«La globalización de la solidaridad»
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, para el 31° domingo durante el año
[30 de octubre de 2022]
El Evangelio de este domingo nos presenta la conversión de Zaqueo (Lc 19,1-10). San Lucas nos muestra a un publicano de nombre Zaqueo. Seguramente un hombre poco escrupuloso en los negocios y el texto nos dice que tenía muchas riquezas y que era el jefe de los publicanos. Zaqueo deseó la conversión y Jesús miró su corazón: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más» (Lc 19,8). El Señor no tuvo reparo en alojarse en su casa, comunicándole que le había llegado la Salvación.
En algunas oportunidades escuchamos expresiones como: «Es imposible que este hombre cambie». Seguramente si profundizamos en el fundamento de semejante afirmación podremos captar algunas de sus razones, de su historia personal y familiar, de un pasado turbulento, la dureza de corazón… Sin embargo, tenemos que responder categóricamente que, cerrar la posibilidad de cambio o conversión a una persona es un error y por supuesto no es cristiano. Todo hombre o mujer, por más que haya cometido el peor de los delitos o tenga los peores pecados, puede convertirse a Dios y cambiar sus actitudes con sus hermanos y esto hasta el último minuto de su vida.
Al comentar este relato de la conversión de Zaqueo, no dudo en señalar la aplicación de este texto no sólo a nuestra situación personal, sino a la necesidad de plantearnos siempre la conversión de nuestra sociedad, de las personas y de las estructuras. Necesitamos tener una mayor conciencia moral que apunte sobre todo a una verdadera ética ciudadana, que desde actitudes egoístas se encamine hacia la globalización de la solidaridad.
En Aparecida, haciendo referencia a la globalización señalamos: «La globalización es un fenómeno complejo que posee diversas dimensiones (económicas, políticas, culturales, comunicacionales, etc.). Para su justa valoración, es necesaria una comprensión analítica y diferenciada que permita detectar tanto sus aspectos positivos como negativos. Lamentablemente, la cara más extendida y exitosa de la globalización es su dimensión económica, que se sobrepone y condiciona las otras dimensiones de la vida humana… Conducida por una tendencia que privilegia el lucro y estimula la competencia, la globalización sigue una dinámica de concentración de poder y de riquezas en manos de pocos, no solo recursos físicos y monetarios, sino sobre todo de la información y de los recursos humanos, lo que produce exclusión…» (DA 61-62). «Por ello frente a esta forma de globalización, sentimos un fuerte llamado para promover una globalización diferente que esté marcada por la solidaridad, por la justicia y por el respeto a los derechos humanos, haciendo de América Latina el continente del amor» (DA 64)
La conversión de Zaqueo, el publicano enriquecido injustamente, así como el mejoramiento de nuestra conciencia social y ética ciudadana y solidaria, nos permitirán ahondar en una inclusión social más consistente. El jefe de los publicanos, Zaqueo, percibió que la salvación llegaba convirtiéndose a Dios y tratando de reparar sus pecados, sobre todo percibió la mirada misericordiosa de Jesucristo. Los cristianos debemos sabernos responsables de trabajar por globalizar la solidaridad construyendo en esperanza.
Un saludo cercano y ¡hasta el próximo domingo!
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
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