La Virgen de Loreto - Obispado Posadas

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#Historia

Nuestra Señora de Loreto
Madre del Pueblo de las Misiones

Desde su llegada al Guayrá los jesuitas fomentaron la devoción a la Santísima Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Loreto, muy apreciada en la Compañía de Jesús.

La imagen de la Virgen

El P. Antonio Ruiz de Montoya, al regresar de un viaje, llevó al Guayrá una bella imagen de la Virgen de Loreto. Montoya se había trasladado a Asunción en compañía de dieciséis niños cantores para informar al Provincial Pedro Oñate sobre los progresos en el Guayrá. Cuando llegó a Asunción Oñate había partido hacia Buenos Aires para recibir un contingente de jesuitas que venían de España. Montoya recibió la orden de seguirlo y lo alcanzó en Corrientes; allí los niños cantaron en una solemne misa causando la admiración del superior, que solicitó a Montoya que los llevara a Buenos Aires para que pudieran ser escuchados por el gobernador y el obispo. Después de Pascua de 1611 el P. Antonio regresó al Guayrá llevando una hermosa imagen de Nuestra Señora de Loreto que habían traído los jesuitas llegados de España. La imagen fue recibida con regocijo y solemnidad en una celebración a la que asistieron delegaciones de los otros pueblos.

Por ocho días fue llevada a San Ignacio, para evitar que sus pobladores se trasladaran a Loreto, azotada por una epidemia. En San Ignacio se oró para que ésta terminara y así ocurrió. Al regresarla se la colocó en el altar mayor para lo cual Montoya labró un hermoso retablo. Todos los días se rezaba el Santo Rosario. Los sábados de mañana se celebraba la Santa Misa en honor de la Virgen con coro e instrumentos musicales, y por la tarde la Salve y las letanías lauretanas acompañadas por el órgano. Montoya levantó también una ermita a la Virgen en la huerta y allí se retiraba a orar en cada momento libre. En su celda tenía otra imagen y la llevaba consigo en el altar portátil para decir misa. Al producirse el éxodo del Guayrá se trasladó también la imagen de la Virgen. Cuando la reducción estuvo en su lugar definitivo, en la zona del Yabebirí, se construyó una capilla especial dedicada a Nuestra Señora de Loreto, que no estaba en el núcleo central sino en las inmediaciones, en un espacio abierto a modo de plaza Tenía un campanario con tres campanas y era el edificio mejor construido. Las crónicas del los sacerdotes jesuitas del siglo XVII incluyen numerosos testimonios de la devoción a la Santísima Virgen, y de los favores conseguidos por su intercesión, como el que nos narra la Carta Anua de 1637-1639:

“Cuando la guerra de los lusitanos contra estos pueblos estaba en su punto, dirigieron estos indios frecuentemente plegarias a la Santísima Virgen, para que les consiguiera una completa victoria, como la consiguieron. Al mismo tiempo estaba expuesto solemnemente el Cuerpo de Cristo, después de haber llevado en triunfo la imagen de la Virgen por calles y plaza, por debajo de los arcos artísticamente adornados con flores y ramas del campo, entre súplicas y cánticos sagrados. Se contaron 4.000 concurrentes a esta fiesta, mostrando todos gran piedad y ostentando sus modestos trajes festivos… Después de estas rogativas por las calles del pueblo, siguieron otras en la iglesia, en cuyo medio habían colocado la Virgen en un hermoso trono, adornado a su usanza. Por veinte días enteros, en la mañana y en la tarde, se fueron los congregantes a la iglesia, cambiando cada hora su turno, y rogando a la Virgen la victoria. Los niños querían imitar la piedad de sus mayores a lo menos en algo, trayendo cuanta flor encontraron en el campo para ponerla a los pies de la Virgen”.

En las primeras décadas del siglo XIX los pueblos misioneros sufrieron los estragos de las guerras civiles y de las invasiones y ataques portugueses y paraguayos, que completaron su destrucción y provocaron la dispersión de sus habitantes. Algunos grupos emigrados de los pueblos del Paraná y del centro se ubicaron en San Miguel y Loreto (Yatebú) en la frontera norte de Corrientes, en jurisdicción de las antiguas estancias jesuíticas. Una réplica de la imagen de esa Virgen fue traída por Monseñor Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas, para el Centro de Espiritualidad y Peregrinación de Loreto. En 2009, después de recorrer toda la diócesis, la imagen fue entronizada en la capilla del pueblo de Loreto.

Escrito por la Dra. María Angélica Amable