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«Domingo de Ramos»

Publicado: 05 Abril 2020
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Carta de Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas para el Domingo de Ramos 5 de abril de 2020.
 
Iniciamos la Semana Santa con esta celebración del domingo de Ramos. Viviremos esta semana acompañando a Jesucristo, el Señor, en su condena injusta, ya que él siendo inocente es condenado a muerte. Así celebraremos su Pasión y muerte, pero con la certeza de la resurrección, de que la Vida triunfa sobre la muerte: ¡es la Pascua!
 
Esta Semana Santa será un tanto distinta a las otras que hemos vivido. Incluiremos en los sufrimientos de Jesucristo, el Señor, este flagelo que está viviendo la humanidad: la pandemia del coronavirus. Pediremos por los miles de muertos en el mundo, por los que están enfermos, por sus familias, por tanta gente que está en servicio para sanar, acompañar y realizar diversas tareas en bien de sus hermanos. También pediremos para que tengamos la fortaleza de sobrellevar este momento difícil. Rezaremos a Jesucristo para que esta pandemia termine, encomendándonos a la protección de María, nuestra madre.
 
Este año, tendremos que participar de las celebraciones desde nuestros hogares, como Iglesia doméstica, en cumplimiento de las indicaciones de nuestras autoridades. No podremos tener celebraciones comunitarias como siempre, pero sí, realizaremos todas las celebraciones de Semana Santa que se transmitirán por televisión, radio, y otras maneras que la tecnología de las comunicaciones nos permita. Aquí quiero hacer una recomendación para vivir mejor la liturgia de estos días. Es aconsejable que sigamos las transmisiones en familia, tratando de hacerlo piadosamente. Sería bueno armar un pequeño altar, encender una vela, poner algún crucifijo y alguna imagen de la Virgen María junto a algunas flores. Esto nos ayudará a vivir más intensamente y con fe cada celebración.
 
La bendición de ramos que haremos este domingo a través de los medios de comunicación será eficaz para que la gracia de Dios alcance los ramos que puedan tener en sus hogares. Celebramos la entrada mesiánica a Jerusalén (Mt 21, 1-11). Jesús, montado sobre un pobre burro, es el rey humilde que contradice el poder político de los romanos y religioso de los judíos, que no entendían la presencia de Dios. Leeremos también el relato de la Pasión del Señor y su muerte en la cruz. Con la lectura de estos textos, nos preparamos para las diversas celebraciones de la Semana Santa.
 
Desde nuestros hogares participaremos de la Útima Cena del jueves por la noche, en la que Jesús instituye la Eucaristía y el sacerdocio ministerial. Es la noche de la caridad. Actualizaremos también el misterio de la Cruz cuando el viernes Santo la adoremos solemnemente y nos unamos espiritualmente al camino hacia el calvario con la meditación del Via Crucis. El sábado por la noche, seremos iluminados por la luz nueva del Resucitado en la vigilia Pascual. Y el domingo de Resurrección exultaremos de gozo uniéndonos al misterio de la Pascua de Cristo. Será una oportunidad para que reflexionemos acerca de cómo vivimos nuestro seguimiento y discipulado. Como cristianos, en este tiempo de pandemia, sentimos nuestra fragilidad y necesitamos reconocer que Dios es Dios, y que es Padre y nosotros, hijos suyos, debemos sentirnos hermanos.
 
Les envío un saludo cercano y ¡hasta el próximo Domingo!
 
Mons. Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas.

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«La Maternidad es VIDA»

Publicado: 30 Noviembre 2019
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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas,
para el domingo 1 de Adviento 
[1 de diciembrede 2019]
 
Estamos iniciando el tiempo del adviento, o sea, de preparación para celebrar la Navidad. Desde ya que todos sentimos el cansancio del fin de un año que se nos presentó en muchos aspectos difícil y exigente. En este contexto la liturgia del adviento nos invita a animarnos en la esperanza.
El Evangelio de este domingo (Mt 24,37-44), nos exhorta a la vigilancia y a la fidelidad: «Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndalo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada» (Mt 24,42-44).
La liturgia del adviento subraya el sentido pleno de la esperanza cristiana, la esperanza «escatológica», la del final de los tiempos. Pero de ninguna manera esta perspectiva que nos hace reclamar: «Ven Señor Jesús», nos deja en la pasividad. Esto sería una esperanza alienante y la esperanza cristiana, por el contrario, nos exige comprometernos con el presente y evangelizar nuestra cultura y nuestro tiempo.
No claudicamos en la esperanza y creemos que las cosas pueden mejorar si mejoramos nosotros y nos convertimos a Dios y a algunos valores indispensables como la vida, la verdad y la justicia. Pero tampoco podemos dejar de tener los pies sobre la tierra y ser claros frente a los problemas que se nos presentan.
Sorprende cómo en muchos medios de comunicación, en publicaciones, o en comentarios de algunos políticos y funcionarios, cuando se habla del tema de la maternidad, se lo plantea como un problema a resolver, ligado al crecimiento demográfico y a la pobreza. En Misiones, la tasa de natalidad, es decir el número de nacimientos por año, es superior a la media nacional. Algunas miradas ven esto como un problema e incluso se alarman. Sobre todo porque las tasas de natalidad altas se ven en madres pobres. Los organismos internacionales permanentemente presionan para que el problema de la pobreza se solucione con una fuerte reducción de la natalidad. En esa línea proponenleyes que legalicen el aborto aludiendoque es el camino que siguen los países modernos. Les cuesta entender que la solución de la pobreza tiene que plantearse desde una mejor distribución de la riqueza, de la equidad y desde la justicia social, y no desde la eliminación de los niños por nacer. La avaricia va sometiéndonos a un sector del mundo que acumula y concentra riqueza y poder, y no se dispone a distribuir mejor desde la justicia y la equidad social
Considero oportuno recordar un texto de Aparecida sobre este tema: «Si esta opción [por los pobres] está implícita en la fe cristológica, los cristianos, como discípulos y misioneros, estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos, el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo”. Ellos interpelan el núcleo del obrar de la Iglesia, de la pastoral y de nuestras actitudes cristianas. Todo lo que tenga que ver con Cristo, tiene que ver con los pobres y todo lo relacionado con los pobres reclama a Jesucristo: “Cuanto lo hicieron con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40).
De nuestra fe en Cristo, brota también la solidaridad como actitud permanente de encuentro, hermandad y servicio, que ha de manifestarse en opciones y gestos visibles, principalmente en la defensa de la vida y de los derechos de los más vulnerables y excluidos, y en el permanente acompañamiento en sus esfuerzos por ser sujetos de cambio y transformación de su situación. El servicio de caridad de la Iglesia entre los pobres es un ámbito que caracteriza de manera decisiva la vida cristiana, el estilo eclesial y la programación pastoral». (393-394)
El egoísmo y la falta del sentido del bien común están en la raíz de nuestros males. En este domingo de adviento, la Palabra de Dios nos exhorta a que estemos prevenidos, porque el Señor vendrá a la hora menos pensada. Evidentemente nuestra sociedad necesita convertirse al bien común y a la justicia. La esperanza cristiana nos impulsa a sentirnos responsables para revertir el flagelo de la exclusión.
Un saludo cercano y hasta el próximo domingo.
 Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas
 

«En Loreto iniciamos el Año Mariano»

Publicado: 16 Noviembre 2019
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Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas,para el domingo 33 durante el año 
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